Puerto Viejo, Caribe costarricense, límite con Panamá. Tierra de indígenas Bri Bri, tierra de memorias de resistencia como la de Pablo Presbere quién unificó a todas las comunidades de la zona contra la invasión española en 1704 destruyendo iglesias y enfrentando el despojo. El Blu -jefe político y militar más importante- corrió la misma suerte que su par peruano Tupac Amaru al ser condenado a “muerte por descuartizamiento”, pero otros líderes lo sucedieron y Talamanca consiguió su independencia de los españoles antes que Costa Rica firmara sus actas de libertad en 1821. La historia de Puerto Viejo siguió atravesada por piratas y cazadores ingleses de tortugas, quienes le dieron su nombre actual “Old Harbour”. Con las bananeras, principalmente a partir de la instalación de la United Fruit Company, el sitio se puebla de afrodescendientes, muchos de ellos antillanos y jamaiquinos, hablantes del criollo y derivaciones del Patuá, y contadores de su vida dura pero cotidiana en las letras del Calypso. Las rastas y el reagge sobreviven como fiel testimonio de aquellos tiempos. Nosotros tocábamos música latinoamericana todas las tardes en los restaurantes del centro de Puerto Viejo. Así hacíamos lo necesario para comer, dormir y disfrutar un poco de la playa caribeña. Por eso conocimos una noche a Carlos y a Sebastián, guitarristas y cantantes de sus propias melodías. Los chicos nos invitaron a sumarnos un viernes por la mañana al programa de música extraclase que tienen en la escuela del pueblo. Nos recibieron 12 muchachitos y muchachitas de variados colores con sus guitarras fuera de escala y entre la ronda de nombres conversamos acerca de la música de cada pueblo. Después empezó el ida y vuelta, una milonga de nosotros, un reagge de ellos, una chacarera, un rock… Carlos y Seba buscan generar un espacio donde los chicos y chicas puedan realizarse, sentir que pueden aprender nuevas cosas y rescatar sus tradiciones mezcla de abuelos y reaggeroots, de español, francés e inglés en el patuá de las casas de madera, y puedan encontrar, en la música, una forma de vida que los invite a conocer el mundo, sus recovecos y sus armonías.